20/02/2020

Cecilia Cross, rectora de la UMET

“El feminismo todavía debe interpelar a muchas mujeres trabajadoras”

Enfoque Sindical entrevistó a Cecilia Cross, rectora de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), institución educativa cogestionada por más de 50 organizaciones sindicales de la Argentina.
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Cecilia sostiene un mate de madera tallado con el logo de la CGT. Busca la yerba y el agua caliente. Agarra el celular, contesta mensajes, ordena su oficina. Al lado está la Secretaría Académica, conformada en su mayoría por mujeres. Junto a esas compañeras, está ultimando los detalles para un flyer que se difundirá en los sindicatos para las inscripciones 2020. “Trabajemos en tu futuro” o “Elegí tu futuro”, piensa.

Desde el 10 de diciembre pasado, Cecilia Cross está al frente de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la primera impulsada y cogestionada por más de cincuenta organizaciones sindicales. Cuando el actual ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, le propuso ser rectora, lo primero que dijo fue que no iba a poder porque “era mucho”.  “Nos cuesta más tomar decisiones, no nos sentimos autorizadas y nos exigimos mucho más”, confiesa.

Pero finalmente aceptó y hoy conduce la universidad que se opone a que el único modo de producir conocimiento sea el método científico positivista y a las teorías como “la falta de empleabilidad”. Trabaja todos los días para que cualquiera que haya pasado por la UMET pueda sentirse en condiciones de producir nuevos saberes o incluso discutir sobre procesos de innovación y nuevas tecnología. 

“No tenemos estudiantes que trabajan, sino trabajadores y trabajadoras que estudian justamente porque creemos que a trabajar se aprende trabajando”. Del mismo modo, cree que la inclusión educativa no termina cuando alguien se inscribe en la universidad, sino cuando la institución puede acompañar y facilitar ese recorrido.

Desde ElEva, la Intersindical de Estudios en Género, se sumó a la marea verde y, en ese espacio, no va a descansar hasta interpelar a la última mujer trabajadora. “Tenemos que generar un feminismo comprometido con nuestras mujeres, con sus necesidades, con sus inquietudes, con su vida cotidiana, en la que a veces no es tan fácil tomar ciertas posturas”, advierte. Sabe que no será una tarea fácil, pero la apuesta es animarse a dar todos y cada uno de los debates.

¿Qué representa para vos estar al frente de la universidad para la educación y el trabajo? 

A mí me gusta decir que la mera existencia de la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo) es un acto de rebeldía porque implica poner en cuestión que los sindicatos, los trabajadores y las trabajadoras no podemos generar conocimiento de calidad o conocimiento académico. Eso por un lado, y por el otro, se constituye otro acto de rebeldía más, que es que una mujer pueda conducir esta universidad. Después, bueno, la UMET es mi casa, entonces para mí es una profunda emoción y estoy muy entusiasmada. Todas estas semanas fueron de muchísimo trabajo, de no tener descanso, pero cuando algo tiene más que ver con el deseo que con lo racional se transita de otra manera.

¿Cómo está conformada la UMET respecto al género?

En el campo educativo, pasa un poco lo mismo que en los sindicatos, no se trata solamente de que se abran los espacios para las mujeres, sino que nos sintamos habilitadas a participar, que encontremos el lugar donde podamos expresarnos y estar cómodas. A veces nos cuesta más tomar decisiones, pedimos más disculpas o no nos sentimos autorizadas, nos exigimos mucho más. Nosotros tenemos como modelo la co-gestión sindical en todas las instancias de la universidad, tanto en la parte académica como en investigación y esa co-gestión hace que lo que se expresa dentro de la universidad de alguna manera sea el debate que se viene dando en los gremios.

¿Cómo analizás el avance del feminismo en los sindicatos?

Todavía no falta el compañero que dice: “que hable una compañera que yo tengo que salir a fumar”. Creo que, efectivamente, hay mucho por hacer, también creo que no podemos desconocer que el apoyo y la movilización de las mujeres, han sido posibles por la masividad que ha venido acompañada del movimiento obrero. Me parece que esta dicotomía de que no hay sindicalistas en el feminismo y no hay feminismo en el sindicato es un recorte tendencioso. Pero sí lo que existe es una deuda pendiente de parte del feminismo en su capacidad para interpelar a muchas mujeres trabajadoras.

¿A qué te referís cuando decís que hace falta interpelar a las mujeres trabajadoras?

Las mujeres queremos ser secretarias gremiales, queremos ser secretarias generales, pero bueno hay algo también de cómo interpelar. Cuando se configuró el ElEva (Intersindical de investigación en géneros) había un tema bastante importante con la posición respecto a la legalización del aborto. Muchos sindicatos no adoptaron una postura taxativa porque es una discusión que no está saldada. Entonces yo lo que dije es -no vamos a definir los sindicatos la legalización del aborto, esto lo podemos dejar un ratito entre paréntesis para pensar qué otras cosas sí podemos hacer desde los sindicatos para garantizar la efectiva participación de las compañeras-. Por ejemplo, si las reuniones se extienden hasta las diez de la noche tenes menos chances de poder participar y ese debate es mucho más urgente hoy en los sindicatos que si va a haber o no legalización del aborto fundamentalmente porque no se va a definir en un plenario de la CGT. Por eso hay una necesidad de adoptar algún posicionamiento estratégico que nos permita ir a interpelar a esas mujeres que por muchas razones no se sienten interpeladas por el feminismo y que tienen sus razones.


Lo que mencionabas es un poco lo que sucede en el ámbito sindical ¿y en el ámbito académico?

Yo soy investigadora de Conicet, venimos de un ámbito del que la mayoría somos mujeres pero en los puestos más altos siempre están los varones. El caso de los rectores de las universidades es escandaloso, la diferencia es abismal, no hay un número concreto porque prácticamente no hay mujeres. Pero también creo que es interesante pensar el cruce clase y género. Pensar que las mujeres llegamos a ocupar espacios de poder en los ámbitos académicos a costa de qué otras mujeres lo hemos alcanzado. Por eso nosotras estamos pensando ahora que está tan en debate la cuestión del cuidado, cómo se pueden generar políticas públicas que empiecen a reconocer esta solidaridad forzada que hay a veces entre las mujeres. A muchas nos falta, no solo deconstruirnos, de nuestra condición de mujer sino de entender que tenemos una posición privilegiada, y nos cuesta aceptar nuestros privilegios, las mujeres que podemos estar en el espacio público, de alguna manera, casi siempre estamos apoyadas en otras mujeres y a veces se nos pierde eso de vista.

La UMET viene a romper un poco esa lógica…

Ese es el desafío para nosotros. Cómo se pone en valor ese saber y cómo se rompe esa jerarquía a priori entre distintas especies del saber. Que no quiere decir que todo conocimiento apunte en el mismo sentido, sino que quiere decir sencillamente que no se puede dejar de entender que cada oficio tiene sus reglas y cada oficio tiene algo que aportar para la mejora. Nosotros partimos del supuesto que nadie sabe más sobre su trabajo que la gente que trabaja. Nuestro oficio es buscar la sistematicidad, aportar ciertas estrategias en el análisis de los datos, pero nosotros no podríamos cubrir tantos ámbitos si no partiéramos de la convicción de que los que saben son otros. Si nosotros quisiéramos ser especialistas en cada tema antes, no podríamos. Entonces nos apoyamos en ese saber, que por otra parte, no es ninguna innovación. Los trabajadores saben cómo mejorar la escuela, saben cómo mejorar el transporte de pasajeros, saben porque es algo que hacen todos los días, puede ser que no sepan todo, pero seguramente que tengan algo para aportar y para reconocer.

¿Cómo se hace, en contextos como estos, para contener a las y los estudiantes y lograr el fin de sus estudios?

Nosotros somos una institución pública de gestión privada, cuyo 95% de quienes estudian está becado total o parcialmente por sindicatos, entonces, una trabajadora, un trabajador, un hijo, hija, que llega a UMET acompañado por una organización sindical tiene un doble compromiso: uno consigo mismo y con quien está acompañando el proceso. Asimismo, UMET se preocupó desde su formación en desarrollar estrategias de acompañamiento en los inicios y en los finales para facilitar el tránsito por esta experiencia.También aspiramos a que nuestros estudiantes puedan formarse en la práctica y en la investigación. Para nosotros la investigación no es una tarea, sino que es una posición frente al conocimiento. Entonces, todo estudiante universitario, debería poder pararse ante cualquier cúmulo de conocimiento y preguntarse –esto es válido, esto no es válido, dónde fue escrito, dónde fue pensado- buscamos, de esa manera, construir un modo de acceso al conocimiento que nos permita un poco ir en contra de este sentido común.


¿Es posible lograr que las y los estudiantes se asuman parte del movimiento obrero?

Nosotros tenemos una materia para todos los ingresantes que es historia del movimiento obrero, pero más allá de esa formalidad que es importante, todo nuestro sistema de becas está estructurado alrededor de que se entienda que estás ahí por tu sindicato. Por otro lado, en el día a día, mostramos mucho orgullo de ser parte del movimiento obrero. UMET es una universidad que quiere ser muy buena como institución pero que está muy orgullosa de ser parte del movimiento obrero. Además, ha sido un foco muy importante de información para poder denunciar cómo retrocedían los derechos de los trabajadores y el desafío que tenemos de ahora en adelante es ser un aporte crítico permanente al gobierno porque cuando las cosas salgan bien las vamos a decir, pero si los resultados de nuestras investigaciones muestran que el rumbo es equivocado también lo vamos a decir.   

¿Cuáles son las urgencias que tiene el actual ministro de Educación, Nicolás Trotta?

Nuestro ex rector tiene un trabajo enorme y es poder encontrar los modos de poner en valor y articular los saberes que se construyen en el trabajo. Una de las expectativas que tenemos desde CITRA (Centro de Innovación de los Trabajadores), es reconocer a los investigadores sindicales, es decir, a aquellas personas capaces de producir conocimiento e innovación basado en lo que saben por trabajar todos los días dentro de un determinado ámbito. Mientras no se rompan formalmente esos diques que separan tan tajantemente un modo de conocer de otro, me parece que nos estamos perdiendo parte de la potencia que tenemos para aportar a la Argentina. El modelo universitario fue pensado hace varios siglos para formar filósofos y abogados, si pretendemos que ese mismo modelo nos permita hoy formar a los trabajadores del futuro estamos en problemas. Entonces, un buen modo de empezar es romper estas fronteras falsas entre los distintos modos de saber y los distintos modos de conocer para, de esa manera, dar más dinamismo a nuestras universidades y a nuestras escuelas secundarias.

¿Cuáles son los desafíos del trabajo en un mundo atravesado por las nuevas tecnologías?

Lo que tenemos que hacer es animarnos a debatir cosas que no nos estamos animando a debatir porque nunca es el momento. El desafío es que los trabajadores nos metamos en los procesos de innovación y digamos –con esta tecnología sí y con esta tecnología no-, que podamos dar el debate de igual a igual y fundamentalmente que podamos articular en unidad porque si no el empresario lo que hace es cambiar de sindicato. Nosotros lo que no podemos hacer es creer que defendiendo lo conseguido estamos avanzando. Hay que poder dar respuestas creativas. Debemos entrar en un proceso de profundo debate, de profunda reflexión, sabiendo que no hay una solución fácil ni mágica, pero hay que dar el debate, si nosotros no lo damos nos van a seguir llevando puestos. El movimiento obrero exige que dejemos de lado las teorías como la falta de empleabilidad. No podemos aceptar que existan trabajadores de primera y trabajadores de segunda, no podemos aceptar de ninguna manera que el capital pueda elegir a lo mejor de lo mejor y al resto vemos cómo lo resolvemos. Este es un enorme desafío y le tenemos que perder miedo al debate.

¿Cómo ves a la unidad del movimiento obrero en los próximos años?

De ninguna manera nos podemos dar el lujo de no articular el movimiento obrero en unidad, hoy la fragmentación del movimiento obrero, ya no por cuestiones políticas, por cuestiones, si se quiere, tecnológicas, no tiene sentido. Tenemos que tener un movimiento obrero lo más unido posible porque la realidad es que cuanto menos unidos estamos más fácil es que entren. Hemos avanzado bastante en el proceso de unidad, pero hay que ir profundizándolo y me parece que, dejar de lado el debate sobre las actividades del cuidado, sobre trabajo informal es criminal. Porque la reforma laboral se produce de hecho. Si nosotros tenemos cada vez más trabajadores en la precariedad, aunque la ley de contrato de trabajo no se toque, se está produciendo lo que quiere el capital. Y a veces no es momento porque está gobernando la derecha, a veces no es momento porque estamos gobernando nosotros, pero bueno, en algún momento hay que entrar al debate.

Cafecito