24/01/2021

Opinión

Enero: un mes de huelgas históricas

Estas líneas, muy breves y generales, tienen la función de ser un disparador en aquellos y aquellas que estando en la función sindical o que se interesan en la historia del movimiento obrero argentino, quieran meterse en la profundidad de aquellos que genera grandes disputas hacia adentro, miedo en las patronales y añoranza en quienes pelearon. Porque estas no son cualquier historia, son las historias de todos y todas, las del pueblo trabajador.

En la historia del Movimiento Obrero, la Huelga, como acción gremial o político, ha sido parte esencial de su organización desde los comienzos. Primero, como una acción sin base ideológica en sus comienzos y luego teorizada por todas las corrientes políticas, que buscaron darle un fundamento al simple hecho de parar la producción para conseguir mejores condiciones de trabajo hasta la toma del poder y el cambio de la sociedad capitalista.

En este contexto, desde que empezó a organizarse la idea de un movimiento obrero a mediados del siglo XIX en Argentina, primero de la mano del afroargentino Lucas Fernández, después con  la organización de la primer huelga por parte de los tipógrafos en 1878 (primer sindicato organizado a las formas modernas), continuando con el primer petitorio al congreso en el contexto de la Crisis de 1890, con la aparición de las ideas socialistas de las manos de Juan B. Justo y los obreros inmigrantes alemanes, sumado al avance de las ideas anarquistas de carácter organizativo y colectivista, llegando a la conformación de las primeras Centrales Obreras. La capacidad de conjugar unidad de clase y lucha colectiva se dio con la semana Roja de 1909, coronado en el marco de una Huelga General, no solo por el reconocimiento de mejores condiciones de vida y trabajo, sino por otro modelo de país que representara los intereses de un país rico pero desigual para la gran mayoría de su población. Por eso, más allá de los parecidos en formas organizativas que tomó el movimiento obrero argentino en relación a Europa, su economía de carácter dependiente de la agro exportación y de  poca industrialización, le otorgó un rostro latinoamericano y de construcción de identidades, que empezó a ver sus frutos en los años de los primeros centenarios (1910/1916) y se terminó de amalgamar en la segunda mitad del siglo XX.

Ahora, volviendo al título del texto, por qué planteamos a Enero como el mes de las Huelgas, porque fue al calor de este mes muerto (a la vieja usanza de que en el primer mes del año pasa poco y nada) que se reflejaron no solo la conciencia de clase del movimiento obrero, sino su capacidad de organización y lucha, en pos de objetivos claros, visión de conjunto y posición de país. En épocas distintas, contextos sociales y económicos distintos y etapas distintas, los obreros y obreras, el pueblo trabajador en su conjunto, lograron sintetizar por qué los trabajadores organizados pueden ser una fuerza de poder político y social, única.

Enero 1919

Vientos de cambio se habían iniciado con la asunción del gobierno popular del radical Hipólito Yrigoyen en 1916. La ley electoral permitió el ascenso de otro partido al gobierno del país, en lugar del ya tradicional partido conservador, logró que varios sectores excluidos fueran atendidos por el gobierno, que el estado tuviera un rol negociador en los conflictos laborales y se fuera rompiendo con los viejos mandatos tradicionales con la Reforma Universitaria. Pero en el plano económico e internacional, la Argentina seguía atada a la economía británica y la Gran Guerra Europea (después llamada Primera Guerra Mundial) no ayudo a generar el desarrollo de una producción propia. La imposibilidad de poder vender nuestra producción agrícola y el poco desarrollo industrial dieron lugar a una fuerte baja del salario y un crecimiento sustancial de la desocupación. Las huelgas se intensificaron, en muchas intervino el estado (como en los ferroviarios o el puerto), pero la mayoría terminaban en saldo negativo para los trabajadores y las trabajadoras. Enero de 1919 inicia caluroso y con un conflicto en los Talleres Metalúrgicos Vasena, una de las empresa industriales más  grandes de la ciudad y con una larga tradición de maltrato laboral y peores condiciones de trabajo,  que ya llevaba varios días con los trabajadores y sus familias acampando cerca de la fábrica  (en el barrio de San Cristóbal, donde hoy está la plaza Martín Fierro) para evitar el ingreso de rompe huelgas o que salieran productos de ahí, en reclamo de mejores condiciones de trabajo, el descanso dominical, la reducción de la jornada laboral y la reincorporación de trabajadores despedidos. Atrás de estos reclamos y apoyando el fondo de huelga, estaba la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) de  tendencia anarquista y que venía apoyando este movimiento. Todo se rompió cuando la policía (a pedido de la familia Vasena), junto a rompehuelgas y custodios armados, decidieron disparar a los trabajadores cuando evitaban que un camión ingresaba a los talleres. Todo fue confusión y terminó con 3 personas muertas (ninguna era huelguista, sino vecinos de la zona) y varios heridos de bala o golpeados. Ahí se llamó a la Huelga General en la Capital, los socialistas adhirieron y el gobierno decidió tratar de intervenir, peor la acción policial empeoró las cosas, ya que cuando se realizo el cortejo fúnebre caminando desde los talleres al cementerio de la Chacarita, decidió volver a reprimir mientras los cuerpos eran puestos en tierra en pleno cementerio. Otras vez descontrol, muertos y heridos en la primer semana de Enero. Los trabajadores se organizaron y no solo pararon la capital, sino varias ciudades del país, por un poco más de una semana el país estuvo parado y la ciudad tomada y organizada por los trabajadores, trabajadoras y familias. Piquetes, fondos de huelga, solidaridad surgieron en los barrios obreros de la ciudad. Ante esta situación, el gobierno popular de Yrigoyen, presionado por los empresarios, apoyado por el ejército y amparado en la ley, tomó una medida antipopular y reprimió la huelga con el ejército en las calles, ayudados por jóvenes de las familias patricias de Buenos Aires, temerosos de una marea roja (hacía dos años de la Revolución Rusa). Buenos Aires, pero en especial el centro de la ciudad se llenaron de sangre, terror y violaciones contra anarquistas, socialistas, judíos o todo aquello que significara extraño o rojo. Cientos de muertos y miles de heridos, fue el saldo de una semana que terminó con el conflicto saldado en mejores condiciones de trabajo, salario y algunas reincorporaciones. Un saldo trágico, más para los anarquistas que lideraron la movilización desde el comienzo, pero que demostró el grado de organización y solidaridad desarrollado en el movimiento obrero.

Enero 1936

Otro enero caliente, en el contexto de un gobierno surgido del fraude patriótico, post primer golpe de estado cívico militar al 2do gobierno de Hipólito Yrigoyen. El contexto económico era de repunte, después de años de retracción económica producto de la Crisis de Wall Street de 1929. El cierre del comercio externo en las potencias capitalistas derivo en que Argentina debiera adoptar medidas de protección económica que, a pesar del verdadero deseo de las clases dominantes, llevaron al desarrollo de juntas reguladoras de alimentos, el control del mercado externo y el desarrollo de una industria más compleja para sustituir importaciones. Con la vuelta conservadora al poder el movimiento obrero fue golpeado por todos lados, el anarquismo fue quien más lo sufrió, persecución, cárcel, torturas, deportaciones (aplicación de la Ley de Residencia) y prohibiciones, lo cual no impidió que se organizara la Central General de Trabajadores (C.G.T.), por parte de la corriente sindicalista revolucionaria (que planteaban la pelea por mejoras sindicales y la organización sindical por sobre la política) y que permitiera un paso más a la organización obrera. Aún así, en este marco económico y social, los y las comunistas habían logrado ingresar dentro del movimiento obrero, en especial en aquellos espacios donde los anarquistas  perdieron lugar o en sindicatos que surgieron en las nuevas ramas laborales que surgían. Su capacidad organizativa, la lógica de la célula y su capacidad de centralizar las acciones, permitieron sostener una capacidad de crecimiento dentro del movimiento obrero que, más allá de los errores, los encontraron en el liderazgo de una huelga de la Construcción que se había iniciado en 1935 y continuaba en 1936. Esta lucha, que se  había iniciado de forma sectorial por parte de la Federación de Obreros de Sindicatos de la Construcción (FOSC), empezó a ser vista con miedo por parte del gobierno de Agustín Justo, ya que demostraba el paso del sindicato por oficio (de las tradiciones anarquistas y socialistas) al de sindicato por rama de trabajo (planteo que los comunistas llevaban adelante para organizar mejor las luchas y no fragmentarlas). Este cambio de organización (sindicatos por rama) y de lucha (la huelga directa para presionar al gobierno), rompían con la lógica conciliadora que venía llevando el movimiento obrero hasta la primavera de 1935. Los obreros de la construcción, en unidad comunista y anarquista (todavía eran fuertes en algunos sindicatos de la construcción), llevo a sostener una huelga de 2 meses por mejores condiciones de trabajos y salariales que, ante la negativa patronal y la inacción del estado nacional, llevo a una huelga general en otro verano caluroso, como había sido 17 años atrás, donde la ciudad fue tomada por todo el pueblo trabajador de la ciudad de Buenos Aires y de todo el país. La represión volvió, parecida pero no similar a la 1919 ya que el estado había comprendido el saldo negativo que tenía no negociar. Se lograron algunas conquistas, menores a las pedidas, pero el saldo positivo quedo en la capacidad de sostener luchas en el tiempo, si el movimiento obrero logra centralizar las acciones y la lucha de los sindicatos, organizados de forma orgánica, pueden dar a los aparatos patronales y estatales cuando no quieren perder parte de sus privilegios. La represión derivo en extradiciones, clausuras, cárcel y el fin de la última gran experiencia anarquista pero con el avance de una nueva mirada en el movimiento obrero con el comunismo.

Enero 1959

Habían pasado 23 años de la Huelga de la Construcción y 40 de la Huelga de los Talleres Vasena, pero también habían pasado 14 años del 17 de octubre de 1945 y 4 años de la caída de Perón. La Argentina de finales de la década de 1950 estaba en crisis, el Gobierno de Frondizi no cumplió lo pactado con Perón, el partido peronista seguía proscripto y su líder en el exilio por otro lado, había levantado intervenciones a sindicatos o causas a dirigentes sindicales pero no habilitaba la  democracia sindical y se sostenían interventores en muchos sindicatos importantes. Todo esto se sumo al mal manejo de una economía en crisis que se había endeudado durante la Revolución Fusiladora (los que participaron la llamaran Libertadora) y que su modelo productivo se sostenía en las bases de un modelo desarrollista pero dependiente de las grandes empresas transnacionales. Es en este contexto, que uno de los pedidos del FMI al gobierno y de los grandes productores ganaderos, era el achicamiento y cierre del único Frigorífico Estatal y que faenaba miles de cabezas de ganado, lo cual permitía el control interno de precios y producción, el Lisandro de La Torre, que se ubicaba en el barrio de Mataderos. Aún con el partido prohibido y Perón exiliado, los y las peronistas no perdieron su capacidad organizativa, muchas de ellas aprendidas en los años del gobierno de Perón y antes también, lo que permitió ir ganando elecciones de comisiones internas, armar actos políticos espontáneos y recuperar sindicatos, para enfrentar al gobierno golpista de 1955 y el de Frondizi después. El 58 había terminando mal y el 59 no iniciaba mejor para los trabajadores del frigorífico, donde uno de los delegados y dirigente (Sebastián Borró), tomaron el problema no como algo sectorial, sino de índole nacional y popular, por lo cual definieron en asamblea tomar el Frigorífico y llamar a la huelga. Se unía lo aprendido en los años del anarquismo como en los del comunismo. Generar unidad de clase, solidaridad barrial y organización centralizada para luchar. El gobierno de Frondizi se vio golpeado por un movimiento que le surgía de abajo para arriba y con mucho olor a peronismo, los sectores de poder económico y militar lo veían blando, porque no tenía reacción y el peronismo presionaba desde las bases, desde su columna vertebral, desde los trabajadores. Ante esto, la misma solución que en 1919 y 1936, reprimir la Huelga, para lo cual aplicó el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), lo que le permitía detener, procesar y clausurar organizaciones de cualquier tipo, usando el ejército, el cual tenía libertad total de acción en todo el territorio nacional. La Huelga/Toma terminara con tanquetas tratando de entrar al frigorífico y trabajadores soltando al ganado vivo para impedirlo, desatando una acción tan cómica como final a lo que derivo en venta (una parte) y caída en la producción de ese gran frigorífico estatal. Aunque terminó en derrota, por la cantidad de obreros despedidos, cesanteados y presos, fue otro punto alto en la tradición de lucha y organización del movimiento obrero argentino, permitiendo entender que nada es nuevo, sino que todo se aprende de quienes nos precedieron en la lucha, generando, según el contexto, nuevas tácticas y acciones pero que son parte de una historia común.  

Cafecito