04/12/2020

Represión

Jujuy, un feudo en la República

Hace tiempo es sabido que los Blaquier jamás han dejado de considerar al territorio de la provincia de Jujuy como de su entera propiedad. Dueña de la vida y de la hacienda de las familias obreras que, por generaciones, explotó en el Ingenio Ledesma, la dinastía fusionó sus métodos con los de la dictadura genocida que propició. Ahora, Gerardo Morales, su sátrapa, vela por los intereses dinásticos y actúa en consecuencia.

El encarcelamiento y la saña judicial con la que Morales persiguió a Milagro Sala sólo es comparable en salvajismo con el que empleó para destruir toda la obra comunitaria de la organización Túpac Amaru. Era preciso una determinación afincada en el más profundo odio de clase y, desde luego, en el racismo y en el patriarcalismo, para poder explicar, en términos históricos, la conducta del gobernador radical macrista (porque, además de sátrapa de los Blaquier, Morales consiguió destacarse, y lo sigue haciendo sin competidores a la vista, como el más fundamentalista de todos los seguidores de Mauricio Macri, mal que le pese a Patricia Bullrich que no gobierna en ninguna parte).

A pesar de las evidencias que demuestran que “su” justicia provincial ha procedido en contra de todo protocolo jurídico democrático, Morales ha persistido en el encarcelamiento de las y los militantes de la Túpac Amaru. De nada han valido los recursos, ni el clamor nacional e internacional en favor de la libertad de Milagro y sus compañeras y compañeros de infortunio. Con una frialdad propia de los psicópatas, el sátrapa ha actuado como si Jujuy no fuera una jurisdicción de la República Argentina, ni se rigiese, como debería, por los principios constitucionales que garantizan que en nuestro país funcione el Estado de derecho.

De nada ha valido, tampoco, que el triunfo electoral que protagonizaran Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, perfilara un nuevo gobierno nacional, popular y democrático. Por el contrario, pareciera que Morales, para hacer valer su condición de gobernador ante la institución presidencial, hubiese decidido mantener como rehenes a las y los militantes tupaqueros, imaginando, quizás, la obtención de alguna prebenda a cambio de la libertad de los prisioneros.

Pero si todo esto no fuesen más que afiebradas especulaciones de quien aquí escribe si acaso se tratase de un acto difamatorio, alejado por completo de los fundamentos democráticos que guiarían al gobernador en la gestión de la cosa pública y en la defensa de los intereses de la ciudadanía jujeña ¿podría Gerardo Morales explicar por qué ordenó, el 2 del corriente, reprimir la pacífica protesta de los trabajadores municipales en Perico, justo antes de que él pasara por el lugar?

Las crudas imágenes periodísticas que trascendieron muestran el momento en el que el compañero Santiago Seillant y un grupo de municipales se acercan al jefe de la Policía Provincial, comisario Jorge Corro, y éste, tan luego después de simular que le tiende la mano para saludarlo dice: “Bueno, muchachos, vamos a llevarlo a Santiago”, se da media vuelta y una jauría de uniformados apresa violentamente al compañero y lo lleva a la rastra hasta un vehículo policial. 

El gesto de dar la mano, desde la antigüedad, simboliza confianza, paz, amistad la mano tendida es la mano desarmada, la que no lastimará, la que saludará con respeto. Sin embargo, el esbirro de Morales reprodujo con esa actitud alevosa, traicionera y prepotente los fundamentos mismos sobre los que descansa el control omnímodo de la vida comunitaria en la satrapía jujeña.

Todas la fuerzas que se reclaman populares han condenado esta nueva violación de los derechos ciudadanos en la castigada provincia del Norte. No ha faltado ni una voz en defensa de los oprimidos y explotados, descendientes de aquellos héroes y heroínas anónimas que, siguiendo a Manuel Belgrano durante el histórico Éxodo, dejaron tierra arrasada para que los godos no tuvieran provisiones, ni sus lugares ancestrales fueran una colonia.

Hoy es imprescindible que el gobierno nacional y popular tome el ejemplo del gran jefe del Ejército del Norte y conduzca al pueblo jujeño para regresarlo al Estado de derecho, para que sus garantías ciudadanas no sean pisoteadas ni su orgullo mancillado. De ese pueblo son y a él han servido, al precio de su propia libertad, las compañeras Milagro Sala, Mirta Aizama, Mirta Guerrero, Gladys Díaz, María Condorí, Adriana Condorí, Graciela López, Patricia Cabaña, y los compañeros Javier Nieva, Iván Altamirano y Cacho Sivila. Es hora, pues, de que sean liberados.